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lunes, junio 20, 2016

DEDOS SOBRE EL ROSTRO

Publicado por Yo soy Escribidor |

Imagen
En las reflexiones que uno comienza hacer en la vida a cierta edad –que no tiene que ver con lo cronológico, más bien un asunto de terquedad-, es inevitable el espejo en el que uno se mira para ver las imperfecciones sobre el rostro. Hay más arrugas que las que había hace un par de años, una mancha nueva que salió sin avisar y un par de canas que debieron estar en mejor posición.

He estado pensado en estos días si la imagen difusa que me brinda el espejo es la misma con la que me miré hace años. O más: si la imagen con la que soñé a posteridad es la esa que veo emparejada en mi realidad y en mi imaginario. Me temo que no.

Veo más defectos ahora que antes porque ya estoy en el futuro sobre mi reflejo; ya no es lo que debía ser sino que lo es. Es el rostro más cansado de lo normal, más ciego de las mismas miopías de siempre y con la desviación en un incisivo frontal que nadie notó; también con la misma oreja diferenciada que se resiste a ser mostrada.

Me toco la cara con furia, buscando, quizás, que sea lo que sembré años anteriores. Busco, entre los dedos sobre el rostro, que se ubiquen las formas, los ojos, que se estiren las imperfecciones, que se vea natural mi felicidad sobre la sonrisa. Me cubro los espacios que ya no tienen pelo sobre mi frente y no puedo, por  más que quiero, cubrir la desazón del decreto que veo y leo. Mis dedos actúan como un alfarero reconstruyendo sobre el barro un modelo que ya no tiene vuelta atrás.

Y miro en mi alma. Dentro. Como si pudiera leer lo incomprensible, lo trascendental, hurgando en la caneca de mis errores y en los aciertos que tuve. Me doy razones para escribir sobre la hoja de papel, quitando el espejo que está al frente como juez siniestro del presente.


Y mientras me veo de lado ahora, un mejor ángulo de lo que soy, de lado, escucho mejor a quienes esperaban este momento para saber que estaban en lo cierto en mis ilusiones. Sí, ésta es también una imagen difusa que se refleja inmisericorde de espalda al pasado; y la esperanza como un niño asustado se escode debajo de la cama. 

1 ¡Ajá, dime qué ves!:

El Principiante dijo...

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Porque al que se le conoce hoy como profeta se le llamaba vidente: