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jueves, abril 16, 2015

EL SONIDO QUE INSISTE EN SONAR EN LA INTRADIÉGESIS

Publicado por Yo soy Escribidor |

En general, la mañana me recibe con una canción en mi mente. De alguna forma, he pensado como si fuera una lista de reproducción aleatoria que va y va, y viene y viene. Muchas canciones se repiten con facilidad entre los días; por eso, es normal que la canción con la que me recibe mi mente el lunes, pueda ser la de los jueves; o sucede el caso que es la misma por varios días. 


Este proceso dura alrededor de una hora entre mi levantada y mi ajuste a la cotidianidad. Después de la hora, se puede entronar otra canción que suelo cantar gran parte de la mañana. 

También sucede que hay días en los cuales no hay canciones mentales mañaneras, sino que, después de una hora, surge sin darme cuenta, y allí está, allí está, dando vueltas y más vueltas en mi cabeza; en muchos casos, me toma tiempo darme cuenta que está ahí -quizás por las obligaciones en las que estoy-, sin apercibirme qué piensa mi mente cuando pienso en otra cosa.

Cuando me levanto sin canción en mente, es probable no notarlo. A las horas, al intentar saber cuál canción rondaba por mí, suelo caer en la cuenta que no hubo. Y este acto -el de soledad y silencio- es triste, de alguna forma. Es como si, utilizando la metáfora primera, el reproductor hubiera llegado a su fin, y habría que encenderlo; la tristeza de un mundo sin música de fondo. 

Tal vez por ello, no todas las veces uso audífonos; en muchos casos, no me hace falta. La canción suena en mi mente, se repite, toca otra, cambia, se transforma, escucho las voces, los instrumentos, incluso me remite los momentos en los cuales ésta era banda sonora. 

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